Lo que a continuación se presenta, es un acercamiento descriptivo de los elementos, que aunque invisibles, forman parte importante de la dinámica de relaciones interpersonales en nuestra sociedad guatemalteca, donde ha destacado el trato distinto hacia la mujer, siendo estos elementos los estereotipos socioculturales relacionables a la violencia contra la mujer, no con el afán de destacar el papel de víctimas, sino más bien destacar lo que está en el trasfondo del actuar tanto masculino como femenino, que son pensamientos o ideas adquiridas por transmisión generacional y que promueven el tipo de comportamiento permitido para hombres y mujeres.
Esto es posible reconocerlo en el discurso de las personas, siendo así como se incluyen algunas frases extraídas de relatos de denunciantes, y que son enviadas al área de Psicología del Instituto Nacional de Ciencias Forenses de Guatemala –INACIF- para su evaluación psicológica en relación a lo denunciado.
Como bien sabemos Guatemala es un país multicultural, comprendiéndose como cultura al conjunto de saberes, creencias y pautas de conductas de un grupo social, incluyendo los medios materiales que usan sus miembros para comunicarse entre sí y sus necesidades de todo tipo. También es el conjunto de las manifestaciones en que se expresa la vida tradicional de un pueblo .
La sociedad se refiere a la agrupación de personas, mientras que la cultura hace referencia a toda su producción y actividad transmitida de generación en generación a lo largo de la historia, incluyendo costumbres, lenguas, creencias y religiones, arte, ciencia, entre otros.
Se utiliza el término sociocultural considerando cualquier proceso o fenómeno relacionado con los aspectos culturales de una comunidad o sociedad; adjetivo que hace referencia a una realidad construida por el hombre, que puede estar relacionado en cómo interactúan las personas entre sí, con el medio ambiente y con otras sociedades, dándole significado al modo de actuar de cada persona, en lo individual y grupal.
Los avances o las creaciones socioculturales del hombre, desde los primeros días de su existencia, pueden ser las diferentes formas de organización y jerarquización social, las diversas expresiones artísticas, la creación de instituciones que tuvieran por objetivo ordenar la vida en comunidad, la instauración de pautas morales de comportamiento, el desarrollo de las religiones y estructuras de pensamiento y la creación de sistemas educativos, entre otras.
Todas las sociedades se estructuran y construyen su cultura en torno a la diferencia sexual de los individuos que la conforman, la cual determina también el destino de las personas, atribuyéndoles ciertas características y significados a las acciones que unas y otros deberán desempeñar –o se espera que desempeñen–, y que se han construido socialmente.
Los estereotipos y roles tienden a ser rígidos, condicionando o limitando las potencialidades humana, es decir, que si una persona quisiera desarrollarse en una situación que no le corresponde a su género, la sociedad e incluso la familia puede negarle esa oportunidad. Al conocer el sexo biológico de un recién nacido, los padres, los familiares y la sociedad suelen asignarles atributos o ideas creadas por expectativas preestablecidas.
Si es niña, se espera que sea bonita, tierna, delicada, entre otras características; y si es niño, que sea fuerte, valiente, intrépido, seguro y hasta conquistador. A las niñas se les enseña a “jugar a la comidita” o a “las muñecas”, así desde pequeñas, se les involucra en actividades domésticas que más adelante reproducirán en el hogar; estos aprendizajes forman parte de la “educación” que deben recibir las mujeres para cumplir con las tareas que la sociedad espera de ellas en su vida adulta. En cambio, a los niños se les educa para que demuestren fuerza, valentía, agresividad por lo que expresar sentimientos se contrapone a estas características, siendo así que “llorar es cosa de niñas”, porque demuestra debilidad.
Estas creencias y atribuciones, sin embargo, no son elecciones conscientes que se puedan aceptar o rechazar de manera individual, sino que surgen del espacio colectivo, de la herencia familiar y los ámbitos en que cada persona participe. Se trata de una construcción social que comienza a partir del nacimiento de los individuos, potenciando ciertas características y habilidades según su sexo e inhibiendo otras, de manera que quienes los rodean, les dan un trato diferenciado, siendo esta concepción de diferencias lo que da lugar a la discriminación de género.
A continuación algunas características referidas a cada sexo, y que se convierten en estereotipos de género, que pueden influir en el trato desigual:
En un estudio realizado en junio de 2011, por la empresa Vox Latina a nivel nacional y con un índice de confianza del 95%, en 9 de cada 10 familias se oculta la violencia contra la mujer; sólo el 17% de las encuestadas dice no haber sido víctima de maltrato en su hogar. Es una realidad que se empieza a tomar conciencia ante el elevado e impune número de asesinatos de mujeres: 390 en sólo 7 meses.
Los patrones culturales favorecen esta dolorosa realidad, cuya primera manifestación cómplice es el silencio. Aunque 9 de cada 10 consultadas, todas guatemaltecas mayores de edad, coinciden en señalar la existencia de la violencia contra la mujer, el 70% admite que la ha sufrido o ha sido testigo de cómo su madre la ha padecido a manos de su pareja.
Según el estudio, esto se traduce en absurdos como que el 89,6% considere que una mujer “decente” debe llegar virgen al matrimonio, o que sea el varón quien decide el número de hijos (53,5%). Las mismas consultadas admiten que es el hombre quien dispone cuándo tener sexo, un 17,5% reconoce que ha sido obligada a mantener relaciones en contra de su voluntad. El 64,5% opina que una buena esposa debe obedecer al hombre en todo lo que le mande, el 90,9% de las encuestadas considera que no es correcto que una mujer seduzca a un varón.
Adicionalmente, el 34,9% de las esposas ha tenido que quedarse en casa porque su pareja le prohíbe trabajar o estudiar, el 43,5% de las novias o esposas no puede reunirse con sus amigas porque el varón se lo prohíbe. Asimismo, un 43,2% de las entrevistadas reconoce que alguien que fue su pareja todavía les indica cómo deben vestir. Estos patrones sólo empiezan a romperse en proporción directa al grado de escolaridad de las mujeres. Casi el 95% considera que son las encargadas de cuidar a los hijos, cocinar y limpiar el hogar.
El estudio arribó a la conclusión que el factor económico juega un papel importante en la pervivencia de este sistema. Al hecho que el hombre es quien aporta el sustento, la mujer se queda en casa dirigiendo el hogar, cuando un matrimonio se rompe es ella quien se queda con los niños, solo en seis de cada 10 casos los bienes materiales y cuentas bancarias, están a nombre del varón. Cuando se enfrenta una necesidad extrema, en el 61,9% de los casos es él quien decide si se vende o empeña el patrimonio familiar, sólo en un 28,9% de los casos la decisión se toma de manera conjunta.
Las causas del sometimiento y el silencio es la falta de información. La mayoría de las guatemaltecas ha crecido en un ambiente donde se ve como “natural” la agresión en su contra se vive en una cultura patriarcal dominante que considera que la mujer es propiedad de su pareja.
En el área de Psicología y Psiquiatría Forense de INACIF, diariamente se atienden mujeres referidas para evaluación psicológica por alguna autoridad competente para ello (Ministerio Público u Organismo Judicial), debido a denuncias relacionadas a violencia contra la mujer, ya sea física, sexual, económica o psicológica.
Es en los relatos enriquecidos con detalles, donde sobresalen ciertos estereotipos socioculturales que han llevado a las mujeres a estar inmersas en relaciones conyugales adversas, a ser sujetas a tratos inadecuados en el ámbito laboral, a ser excluidas en el goce de sus derechos. Es así como se tomaron extractos de algunas historias, que sacan a luz la dinámica de desigualdad social, que promueven el detrimento y desvalorización a la figura femenina.
M.A. Silvia María Ocampo Sánchez
Psicóloga Clínica
Universidad Rafael Landívar
Número de Colegiada 1,222
Maestría en Ciencias Criminalísticas, Universidad Mariano Gálvez
Estudios de Maestría en Psicología Clínica y Salud Mental, Universidad Mariano Gálvez
Post-grado en Psicología Forense, Universidad San Carlos de Guatemala
Diplomado en línea “Violencia Femicida y otras formas de violencia contra la mujer”, Universidad Complutense de Madrid, España.
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BIBLIOGRAFÍA
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López-Saez, M. (1994). Procesos culturales e individuales implicados en la estereotipia de género. Una aproximación empírica a la
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REFERENCIAS ELECTRÓNICAS
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Disponible en red: http://publicidadresumida.files.wordpress.com/2008/04/estereotipos.pdf
Machismo y Guatemala.
Disponible en red: http://www.taringa.net/post/femine/12356459/El-machismo-y-Guatemala.html.
El impacto de estereotipos y los roles de género en México.
Disponible en red: http://cedoc.inmujeres.gob.mx/documentos_download/100893.pdf
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